Te oye pero no te escucha.
No sos más que la música ambiente en la sala de espera del dentista.
Lo que sigue en el discurso del vendedor del tren después del "damas y caballeros".
La monocorde traducción al español en simultáneo de los Oscars por canal 9.
Te oye pero no te escucha.
Te mira, te contesta... pero no te escucha.
No puede.
Es más, todavía ni siquiera aprendió a escucharse.
Como no se escucha, no sabe lo que quiere.
Intuye lo que no quiere.
Pero no hay nada seguro.
El paso siguiente, y este puede llevar meses hasta el descubrimiento, es no te entiende.
Y encima te lo dice: "Sabés que no te entiendo..."
Cómo vas a entender sino escuchás primero.
No escucha, no entiende, no conoce.
No te conoce.
Cree que sí. Pero no te conoce.
Es más, teme conocerte.
Tampoco se conoce.
Es más, teme conocerse.
Sos un personaje en una novela escrita por el otro.
El otro, sin saberlo, es el guionista.
Lo que esta fuera del libreto no lo escucha.
Si de casualidad lo escucha, no lo entiende.
No te entiende.
Es lógico, está fuera del libreto que escribió.
Será de otra obra pero de esta seguro que no es.
Vos te sorprendés.
Pero no te creas tan rápido.
Vos tampoco querías escuchar que no te escuchaban.
O sea que, en algún punto, vos tampoco escuchabas.
Entonces empezás a entender todo.
Vos también tenías tu libreto y en ese libreto el otro te escuchaba.
El otro te entendía. El otro te conocía.
O sea que eras igual.
Con otro libreto, el verdadero pensarás vos.
No, el verdadero no, el tuyo.
Lo verdadero sería que no hubiese libretos.
Que se escuchara y te escuchara.
Que te escucharas y escucharas.
Así estamos...
En algún punto todos mienten y se mienten.
Pero no importa.
Total nadie escucha.
La verdadera pandemia es la sordera emocional y, por el momento, no hay vacuna.
Habrá que madurar y ponerle onda a la cosa.
Y, sobre todo, unos buenos audífonos.