miércoles, 28 de enero de 2009

LA CULPA ES DE LA CULPA

Llegó el momento de dejar por un rato la rueda de reconocimiento de los síntomas de la falta de onda para adentrarnos en las posibles causas.

No sea cosa que nos quedemos sólo en la crítica barata y empecemos a perder coherencia con lo que predicamos. O sea onda.

¿Por qué alguien se tomaría el trabajo de parecer lo que no es?
¿Estará puesto el trabajo en parecer lo que no se es o estará puesto en ocultar por vergüenza lo que profundamente se cree ser?

Si mi problema es que descubran como soy, debe ser seguramente porque creo que soy algo que no merece lo que yo en realidad deseo.

Ahora tengo un problema: o cambio lo que deseo o cambio lo que yo creo que soy. 

Mejor entonces es aceptar lo que soy. Lo que cambiaría así es mi percepción de que debería ser otra cosa, aquello que justamente me esfuerzo en parecer.

De todo esto surge que algo me impide aceptar lo que soy. Y acá es donde aparecen dos amigos de siempre de todos nosotros. Amigos que nos visitan ocasionalmente pero que son asiduos residentes de las cabezas sin onda: el miedo y la culpa.

Dos caras de la misma moneda.

El miedo por su lado amenaza con la no realización del deseo que tanto deseamos.
Cualquiera sea el packaging que hayamos elegido ponerle.

Puede ser una mujer, un hombre, el matrimonio, un cargo, el auto, y tantos etc. como gente hay en el mundo.
Aunque en el fondo de todo, siempre está el reconocimiento del otro o de los otros que hayamos elegido para que nos reconozcan ahora por todo lo que no nos reconocieron hace muchos años. 
Y lo más triste: para que nos den el reconocimiento que nosotros mismos no nos damos.

Porque muy en el fondo, y aunque hagamos todo para demostrar lo contrario, sentimos que no merecemos lo que deseamos.

Damos entonces un fuerte aplauso de bienvenida a la Culpa.

No merezco lo que deseo. Pero lo sigo deseando. Entonces voy a ocultar lo que soy y voy a hacer lo que equivocadamente creo que debería hacer para ser merecedor de eso que deseo:
buscar un modelo con onda y seguirlo sin que los demás noten que en realidad estoy siguiendo a alguien.

Lo que hace la gente con onda es ser ella misma. Es decir, justamente todo lo contrario de lo que voy a hacer yo que es imitarla.

Entonces me compro un I-Phone, me voy a Punta, subo fotos de mis viajes por el mundo a Facebook (NY, Europa y Asia preferentemente) y empiezo a andar por la vida creyendo que soy Bruce Willis en duro de matar o Scarlett Johanssen en Match Point.

No lo hago porque lo siento. Lo hago porque quiero que los demás crean que lo siento.
Ahí es donde se nota y dejo de tener onda.

Lo mejor entonces será dejar de ser lo que creemos que tenemos que ser para empezar a ser lo que cada uno es. Darse primero el reconocimiento a uno mismo y no esperar que venga de afuera. 

Entonces vamos a empezar a tener onda.

Y cuando tenés onda, creeme, los deseos se hacen realidad.

viernes, 23 de enero de 2009

EL INDIO SE RÍE DE LA TRIBU

Desde acá, apoyo incondicionalmente a los floggers y a los emos.

En el caso de los primeros, no lo hago ni por sus chupines ni por sus peinados, sus fotologs, sus arres, sus reuniones en el abasto y, mucho menos, por sus pasitos de baile.

En el caso de los segundos, no lo hago por su culto al color negro, sus ojos delineados, su flequillo escondedor y, menos que menos, por sus comisuras eternamente descendentes.

Los apoyo porque, sin quererlo, son los sensores de la incoherencia de una sociedad con adultos que no llegan a ponerse los pantalones largos por su inútil afán de ser eternos adolescentes.

¿O acaso FACEBOOK, con gente arriba de 30 mandando WINKs WINKs o FLIRTs, no es más patético que un chupín o un flequillo a los 15?

Los que se ríen, crítican y preocupan por los floggers, los emos y otras tribus tendrían que mirarse a ellos mismos primero.

Sobre todo, las cuarentonas con exceso de botox, siliconas, gimnasio o solarium que a falta de barbies en su infancia intentan, sin éxito, convertirse en una. 
Los padres ausentes con muy baja autoestima lanzados a la cacería de mujeres fáciles que les permitan sentirse, por unos segundos, el piola del curso que nunca fueron en la escuela. 
Treintañeros y treintañeras sin voluntad que todavía viven con los padres y, lo que es peor, de los padres.
 
La lista podría ser interminable. Pero la esencia es la misma: adultos que nunca crecieron se asustan, se ríen y critican a adolescentes que son adolescentes.

Si tenés más de 30 y vas a opinar de ellos, permitime un consejo:
larga primero los ansiolíticos, el porrito que te fumás para escaparte un rato de tu insoportable rutina, la fantasía permanente de jugar al Latin Lover o a la Femme Fatal, la necesidad de culpar al país, al mundo, a tu ex o al primero o primera que se te cruza por tu fracaso, la costumbre de llenar con ese trabajo que ya no te gusta o con fiestas el vacío que sentís cuando llegás a tu casa, el disfraz de víctima de la realidad que vos mismo/a creaste y, fundamentalmente, dejá el personaje que te construiste y empezá a ser la persona que sos.

Con todos sus defectos y sus incongruencias lógicas, los floggers tienen una alegría mucho más sincera y un proyecto mucho más placentero que la mayoría de los que, a esta altura, ya deberían ser, pensar, sentir y actuar como adultos.  

Los emos, por su lado, tienen una tristeza mucho más auténtica que la de aquellos que hace mucho tiempo no lloran por nada. Ni siquiera por esas cosas por las que vale la pena llorar.

Yo no estoy libre de pecado. Por eso no voy a arrojarles ninguna piedra.

Todo lo contrario. 

miércoles, 14 de enero de 2009

ABANDERADOS DE LA NO ONDA

Generalizar no es bueno. Pero no queremos ser buenos. Es mejor ser justos. He aquí entonces, para quienes sepan entender lo simbólico en lo anecdótico, un poco de justicia cósmica ante esas actitudes tan molestas en donde lo que se dice o hace no es, ni siquiera, la verdad de la mentira.

And the winner is:
Los que confunden "te cuento" con "dame un consejo".
Las amigas que mientras vas a 180 km. contra una pared te dicen con una sonrisa tranquilazadora: "hace lo que sientas".
Las que buscan ese tipo de amigas para no tener que escuchar lo que no quieren escuchar: la verdad.
Los que creen que tendrías que hacer lo que hacen ellos.
Los que creen que tendrías que hacer lo que  ellos no hacen.
Los que en lugar de pensar en lo que hacen ellos viven pensando en lo que tendrías que hacer vos.
Los/as ex que nunca recibieron el telegrama de despido de la pareja y esperan que vos te des cuenta de algo. Justamente lo que te paso cuando decidiste cortar.
Las gorditas que encuentran más cómodo decir que Jessica Cirio es una boluda antes que ir al gimnasio para tener el culo de Jessica Cirio que es lo que realmente quieren.
Los que dicen que no necesitan analizarce porque están totalmente convencidos de que todo lo malo es producto del otro, de los otros o en todo caso del mundo que no entiende algo que ellos creen entender.
Los que después de 10 años siguen igual de neuróticos y no cambian de analista.
Los analistas de los antes mencionados.
Los que ponen el I-Phone arriba de la mesa con cara de no me importa tener un I-Phone. Lo mismo aplica a su casa con detalles de Para Ti decoración, al auto, la moto, la lancha, el reloj y todos los accesorios que suplen su falta de personalidad.
Los que cuando estás enfermo o recuperandote te alientan con frases de tipo: estás hecho mierda, estás pálido o estás muy flaco.
Los modernitos de manual con tecnología de última generación, remeras con cuello bote o escote en V de colores fuertes y complejo de chico de barrio.
Los que dicen que se hicieron de abajo porque creen que ahora están arriba de algo más que el suelo.
Los grasas que dividen el mundo en grasas y no grasas para sentir que están del otro lado.
Los que entregan su alma a cambio de una tarjeta personal con su nombre y un cargo.
Los que entregan su alma y todavía no tienen tarjeta personal porque entraron hace poco.
Los que encima te explican que todavía no tienen tarjeta personal porque entraron hace poco.
Los que cuando le preguntás por un defecto propio te dicen una virtud disfrazada (soy demasiado/a bueno/a, me hago cargo de cosas que se tendría que hacer cargo otro/a, no sé decir que no, no me cuido...).
Los que confunden orgullo con arrogancia.
Los YO-YO que no pueden evitar ejemplificar todo con lo más valioso que tienen a mano: ellos mismos.
Los que confunden sus necesidades con las tuyas.
Los que a falta de una vida te convierten en su necesidad.
Los que no saben escuchar.
Los que no se escuchan porque el ruido de su voz se lo impide.
Los que te mienten.
Los que te mienten porque se mienten.
Los/as que tienen miedo de que su jefe los/as eche si dicen lo que piensan.
Los/as que piensan que piensan como su jefe para que no los/as echen.
Los que tienen miedo de que su mujer o marido los/as eche si dicen lo que piensan.
Los/as que piensan que piensan como su mujer o su marido para que no los/as eche.

Los que sienten y no piensan.
Los que piensan y no sienten.
Los que no piensan ni sienten

Y los más terribles de toda esta lista:
Los que no piensan ni sienten pero piensan que piensan y sienten que sienten.

lunes, 12 de enero de 2009

ESA ENORME VIDRIERA DE LA AV. FACEBOOK

A los efectos de la no-onda, facebook es una gran pecera con miles de cobayos y cobayas dando vueltas en sus rueditas.

En este universo virtual, la gente sin onda se suicida diariamente, entregando lo poco de onda que les quedaba disimulada debajo de la alfombra de animal print de sus vidas off line.

Llevaría incontables entradas de este blog describir, punto a punto, las diversas formas de estos autoflagelamientos amplificados a propios y ajenos. Cosa que, como es lógica, no nos privaremos de hacer en el futuro.
No por placer que, para que negarlo existe. Sólo lo haremos con fines educativos para evitar errores propios y para estar prevenidos a la hora de relacionarnos con supuestos conocidos o extraños.

Los que están pero no quieren estar ocupan, por lejos, el primer lugar.
Histéricos e histéricas que aparecen con la silueta predeterminada, quizás producto inconsciente de sentirse dibujados en un lugar en el que quieren estar pero no quieren. O algo parecido, nunca se sabe.

El segundo lugar, pero dentro del mismo grupo, lo ocupan los que ponen fotos o dibujos. Puede ser desde una ilustración de su propia imagen hasta una pintura de picasso, un personaje de lost, bart o maggie simpson u otro.
En una primera lectura puede parecer simpático. En una segunda, patético.

Después vienen aquellos que ponen fotos de sus afectos confundiendo una foto de perfil en facebook (face=cara) con el porta-retratos de su casa. Las peores en este punto son, sin lugar a dudas, las de pareja.

Y acá entramos en otra inagotable fuente de descubrimientos acerca de lo que es realmente no tener onda.

A esta altura es bueno recordar el sabio axioma ya dicho en la introducción: "Necesita ser nombrado aquello que está ausente". Y allí están miles de susanitas y de hombres trapos subiendo las fotos de ese amor que necesita todo el tiempo "ser nombrado" para acercarse a algo parecido a la existencia.

Pero las fotos no alcanzan. Están los estados, en inglés y castellano, convertidos en auténticos pósters de local de todo X 2 pesos a los que sólo les falta una imagen de un amanecer o de un cielo con gaviotas volando sobre un mar azul.
Teniendo a mano un teléfono y el número del ser amado, la necesidad de ponerlo en un medio masivo suena, por lo menos, raro. Muy raro.

Un párrafo aparte merecen los que ponen: "en una relación con (nombre y apellido)" ¿Inseguridad? ¿Control?  o ¿Ya no estoy sola/o como me sentí siempre y como merecería estar hasta que aprenda que amar no es poseer?
 
Por último, y para terminar de meter la cabeza en el horno con el gas prendido, están los comentarios en las fotos de tipo: "Mis amores" debajo de fotos de parejas, hijos, sobrinos y mascotas

¿Qué dirá el labrador golden de todo esto?
Seguro que lo mismo que nosotros: guauuuuuuuuuu.

Pero claro; los labradores golden, al igual que todos los animales, tienen onda.
Seguramente porque no la buscan en facebook.


domingo, 11 de enero de 2009

LAS VICTIMAS DE LA NADA

Son mujeres muy partículares.
Atractivas, sobre todo para hombres con complejo de príncipe azul al rescate.

A primera vista parecen tener onda. Pero parecer no es tener.

Físicamente llamativas,  con potencial para llegar adonde quisieran... pero infelices. Van por la vida con gesto de "algo huele mal". Y terminan confirmándolo. Lo que huele mal es su permanente insatisfacción.

Generalmente racionalizan su incapacidad para relacionarse íntimamente disimulándola detrás de poesías, citas de autores oscuros o sufridos o música de esa que queda bien decir que una escucha. Este bagaje prestado lo toman de sus sucesivas parejas o relaciones fallidas (o sea todas) y las hacen propias, como si fuesen llenando un changuito en el súper.

Les gusta mostrarse sufridas y hasta confundidas. Sus frases de cabecera son: No sé lo que me pasa, quiero estar sola y el silencio. No el productivo, claro. El silencio que es ausencia de razones valederas y sentimientos genuinos.

En general, buscan poseer un rasgo sobre el cual pararse y justificar metafísicamente su desencanto con ellas mismas. Pueden ser o estudiar psicología, pueden ser de esas escorpianas que todavía no entendieron la profundidad de su signo y se dedican a masturbarse con la idea de lo magnéticas que creen ser o pueden dedicarse al cine para tener una excusa clara de por qué la realidad no les da la oportunidad de sacar la Sofía Coppola que creen llevar adentro.

Prefieren estar rodeadas de hombres, es fácil de entender.
En esa triste cabecita, lo femenino no es motivo de orgullo. Si lo fuera se verían obligadas a buscar la forma de sentirse satisfechas, de aprender a comprometerse.

Pero, claro, no serían ellas. Y, lo más triste, tendrían que renunciar a ser víctimas de la nada.
O mejor dicho, de ellas mismas.

AHORRANDO ONDA

Portadores curiosos de un afán por ahorrar. Sobretodo en boludeces.

Freud se remontaría, sin dudarlo, al momento en que dejaron los pañales. Esa época en la que, seguramente, fabricaron la necesidad de guardarse para sí todo, desde lo que iba en los pañales hasta algún vuelto de galletitas ya de más grandes.
Pero lo interesante no es eso. Desde la película durmiendo con el enemigo para acá, los neuróticos obsesivos ya no son sorpresa.

La sorpresa está cuando se fusiona en ellos la necesidad de tener onda, tan contradictoria con su neurosis particular.

El resultado es patético y genera fenómenos tales como el de exhibir un celular de última generación alimentado con tarjeta prepaga y teléfono fijo, en casa, sin acceso a celulares. Curioso ¿no? Aunque buscándole la lógica ¿Para qué llamarse desde el teléfono fijo si no podrían atenderse en el celular cuando se les acaba la tarjeta de 10 o 20 mangos?

Así de paradójicos son y los ejemplos serían incontables pero la enseñanza es una sola: Definite.

Ahorrá en cosas que no tienen valor como las demostraciones de estatus pero nunca, nunca, nunca ahorres coherencia.
Es uno de los requisitos fundamentales para tener onda en la vida.
 

miércoles, 7 de enero de 2009

BOTINES DE PUNTA

No se puede negar que Punta del Este es hermosa.

Tampoco se puede negar la ausencia de onda de los que, con un tono naturalmente impostado, te dicen: "estuve en Punta".

No en Punta del Este. En Punta.

Los muchos que estuvieron hace poco, y los que van a seguir estando, llegaron y llegan tarde.
30 años más o menos. En esa época, Punta del Este todavía era un verdadero paraíso y no la postal con olor a suplemento de verano de la revista GENTE o a campeonato de burako de confitería de la Av. Cabildo en que se transformó hace décadas.

Si tenés una casa en Punta o sos de los que suma mentira a la mentira aduciendo que fuiste porque tenés una hermana, una prima, una tía o una amiga que te da un lugar, tu caso se complica. Aparte de no tener onda, no tenés plata. Pero eso no es lo peor. Lo peor es que, de tenerla, seguramente la invertirías en hacer realidad tu sueño: tener una casa en Punta.

La gente que tiene onda no va a Punta. Es lógico. Si ya tiene onda para que ir a perderla en donde la buscan todos aquellos que no la tienen.

Todavía estás a tiempo.
Vendé tu casa, alejate de parientes, familiares y amigos que tienen casa allá pero que no tienen onda en ningún paisaje y sacá hoy mismo las fotos de facebook que te muestran feliz en Punta

No te confundas. No era felicidad. Era la liviandad de sentirte algo que, si Dios quiere, no sos. 





INTRODUCCIÓN A LA NO-ONDA

En las tierras de la semiótica un cartel reza: necesita ser nombrado aquello que está ausente.
Esta es, precisamente, la diferencia esencial entre la onda y la no-onda. La onda está dada por aquello que no necesita ser nombrado porque, aunque no mencionado, está presente. Es el punto donde, en una misma persona, el ser no necesita parecer ¿Por qué? Porque es.

La onda, por lo tanto, es belleza. No belleza de rasgos, de tamaños, de contextura o de color. Se trata de una belleza que surge desde el adentro y se manifiesta afuera con la contundencia de quien guarda una coherencia sin fisuras para consigo mismo y para con el universo todo.

En la otra vereda, la más frecuentada, se pasea la no-onda, encarnada en quienes buscan consciente o inconscientemente parecer lo que no llegan a ser. De ahí, su fealdad. De esa permanente necesidad de nombrar con insistencia inusual sus ausencias tratando de convertirlas en presencias. 

¿Cuáles son esas ausencias? El valor, la coherencia, el compromiso, la sinceridad, la honestidad, la humildad, el sacrificio, la alegría, el placer y los millones de conceptos a los que la humanidad,  de tanto rendir culto, ha convertido en palabras vacías. Lindas para nombrarlas pero no para ejercitarlas. En un minuto, puedo decir que soy valiente, directo, sincero, honesto, humilde, sensible, alegre o profundo pero dejar de decirlo para empezar a serlo es otra historia que queda reservada para unos pocos. Para esos que, justamente, tienen onda.

Adentrémonos entonces en el terreno de aquellos y aquellas que todavía sienten la necesidad de hablar, con palabras o con hechos, de lo que no son. Aquellos cuya neurosis pasa por trabajar e invertir las 24 horas del día en algo parecido a lo que creen que deberían o quisieran ser. Resumiendo: adentrémonos en este decálogo de gente que por esforzarce tanto para tener onda, la pierde.